«Kumon me dio la oportunidad de emprender mi propio negocio de la mano de una empresa con más de 60 años de experiencia»
Hace 8 años, Laia decidió dar un giro profesional a su carrera en el sector financiero y dedicarse a la educación a jornada completa. Hoy dirige el centro Kumon Barcelona - Sant Gervasi-Galvany, en el que más de 120 alumnos desarrollan su potencial de aprendizaje con el método Kumon.
Antes de unirse a Kumon, Laia ya había investigado a fondo otras metodologías educativas, por lo que no dudó en elegir el método Kumon: «Me decidí por Kumon porque comparto su filosofía y su manera de entender la educación: es importante despertar la curiosidad en el alumno, respetar su ritmo de aprendizaje, individualizar su estudio, ayudarlo a desarrollar al máximo todas sus capacidades para que pueda seguir aprendiendo a lo largo de la vida de forma autodidacta y, sobre todo, disfrutar juntos de todo el proceso de aprendizaje. Además, Kumon me ofrecía la oportunidad de emprender mi propio negocio de la mano de una empresa con más de 60 años de experiencia y con presencia en muchísimos países, lo que me pareció un reto muy interesante», argumenta convencida.
En el 2014 Laia abrió el centro Kumon El Masnou - Centre y fue una época de intenso aprendizaje, especialmente de cada uno de sus alumnos. En el 2019 se unió al equipo de Coordinación de Kumon España, donde le surgió la oportunidad de dirigir el centro Kumon Barcelona - Sant Gervasi-Galvany; Laia no se lo pensó dos veces y aceptó el reto motivada por las ganas de seguir educando: «Pude volver a mis orígenes y emprender de nuevo tomando las riendas de mi propio negocio», nos cuenta.
En Kumon no se deja nada al azar
Después de 8 años, Laia no deja de sorprenderse con el material didáctico porque está inmerso en un proceso de mejora constante con el objetivo de facilitar el aprendizaje de los niños: «En Kumon no se deja nada al azar, cada texto, cada ejercicio, cada punto y cada coma se piensan, se ordenan y se presentan al alumno con una finalidad muy concreta».
Además de ser directora y orientadora de Kumon, Laia es madre de alumnas de Kumon, ya que sus hijas asisten a su centro: «Mi hija mayor, Alina, actualmente está trabajando 2 años adelantada a su curso escolar con Kumon English y este verano está leyendo ya sus primeras novelas en inglés (Matilda, de Roald Dahl, y Gangsta Granny, de David Walliams). La pequeña, Gala, hace Kumon Lectura y Kumon Matemáticas, programa en el que ya estudia contenidos seis meses por encima de su nivel escolar. Gala estaba aprendiendo a leer en el colegio cuando nos confinaron y gracias a Kumon Lectura empezó el siguiente curso no solo leyendo con fluidez, sino también con un léxico en castellano mucho más rico, mejor memoria a corto plazo y mayor comprensión lectora. Ambas asisten a clases 100% online y, al igual que con el resto de mis alumnos, procuro que ellas también trabajen con otros miembros del equipo del centro para que tengan más referentes durante su proceso de aprendizaje en Kumon», nos explica.
Cuando el país entero quedó paralizado por la COVID-19, los alumnos siguieron apostando por su futuro, por aprender sin límites
El día a día en un centro Kumon está lleno de momentos de aprendizaje y evolución, pero, si tuviera que elegir uno, Laia elegiría los meses de confinamiento: «Fue una época complicada para todo el mundo, pero yo fui testigo en primera persona del gran ejemplo que nos dieron los alumnos ante una situación que escapaba al control y a la razón de los adultos».
Laia recuerda la adaptación a la modalidad de clases online: «Distribuíamos el material didáctico a las familias y, aunque las clases tenían lugar a través de la pantalla, terminaban siempre con una sonrisa».
«Quiero que mis alumnos tengan mentes curiosas»
Para desarrollar el potencial de aprendizaje es muy importante despertar en los alumnos las ganas de aprender: «Todos los días intento inculcarles la ilusión y el entusiasmo por aprender porque quiero que mis alumnos tengan mentes curiosas y se pregunten el porqué de todo, pero sobre todo quiero que confíen mucho en sí mismos».
Laia se siente agradecida a sus alumnos porque la han ayudado no solo a crecer profesionalmente, sino también a ser paciente, curiosa, observadora y empática: «Como decía Gianni Rodari en uno de sus poemas narrativos, mis alumnos me han enseñado a mantener siempre una “oreja verde” a pesar del paso de los años, que es "una oreja de niño que me sirve para oír cosas que los adultos nunca se paran a sentir"».
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